Televisa debería reconsiderar el descartar el concepto
FÁBRICA DE SUEÑOS, pues le hacen flaco el favor a las historias que fueron
éxito, y que se han encargado de convertir en auténticos bodrios. Tal es el
caso de LA MADRASTRA, que a pesar de haber terminado hace casi dos semanas, ya
nadie habla de ella, muestra fehaciente de que pasó sin pena ni gloria. Lástima
de reparto. Para ese chiste, hubieran retransmitido la versión que hizo en 2005
Victoria Ruffo. Échense este trompo al’ uña.
Aracely Arámbula decepcionó con su regreso a la empresa donde
nació artísticamente, pues su actuación no terminó de convencer. Se notaba a
leguas que no había química entre Andrés Palacios y la Chule, y eso que son de
la misma rodada. Eso no es nada. Resulta que en plena grabación del culebrón,
que su jefe se pela de casquete, y eso la entristeció sobre manera, al grado de
dejar colgada la producción por varios días. A su regreso traía un humor de
funeral. Se le notaba en el semblante. Total, que la historia terminó siendo un
fiasco. ¿Y para eso Televisa le pagó un billetote? Eso es a lo que llamo quemar
la pólvora en infiernitos. Ni todo el aparato publicitario que se hizo para
promover la novela fue suficiente para evitar que la gente viera EXATLÓN, LA
ESPOSA VIRGEN o el programa de Jaime Maussán. Si para ese chiste volvió a
México, que mejor se regrese a Telemundo, allá pagan en dólares y aparte le
pueden consentir sus caprichos, cosa de la cual la empresa de Azcárraga se
arrepintió de haberlo hecho.
Puro puro y al amanecer bachicha. Se creía que Aracely
Arámbula la iba a romper con su regreso a la TV mexicana, al final el resultado
fue decepcionante. Otra raya más al tigre. Esta versión furris de LA MADRASTRA
se suma a la colección de fracasos de FÁBRICA DE SUEÑOS. No olvidemos RUBÍ, LA
USURPADORA y CUNA DE LOBOS que sí estuvieron de lágrima y para llorar. A los
ejecutivos de Televisa, yo les quiero aconsejar: Esa fábrica de sueños la deberían
de cerrar, pues el público prefiere quedarse con la versión original de las
historias clásicas. ¿Por qué ese empeño de echarlas a perder, sabiendo que no
les arriendan las ganancias? Tanto tiempo de atolera y no saber menear el
cucharón.
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